Ciudad Central - Crisalis

La ciudad central se encuentra en una isla sobre el cielo. La única forma de llegar ahí es o bien con un portal que solo pocos tienen acceso (mercaderes, aventureros, etc.) o bien por bestias voladoras (grifos, dragones...). La ciudad es un lugar grande y tranquilo. La gente de este sitio es libre y vive en armonía. La paz reina cada una de las zonas de esta ciudad.


Aparte del palacio redondo que puede verse en la imagen, el reino de la luz cuenta con amplias instalaciones y distintos edificios, además de todas las zonas de las que disfrutan los pueblerinos. Comenzaremos por el magnífico laboratorio y centro de aprendizaje sobre las ciencias y la tecnología.


Es un buen lugar donde comenzar a aprender e innovar nuevos artilugios.

Otro lugar bastante importante no es otro que el cuartel. Aquí puedes presentarte para formar parte del ejército de la luz, puedes aprender a luchar o simplemente a desarrollar tus habilidades y practicar nuevas técnicas.

De entre los edificios más importantes de la ciudad se encuentra la sede principal. Por este lugar han de pasar toda la gente que entre y salga de la ciudad para llevar un control de quienes están ahí en un momento determinado. Además deberá registrarse toda persona que quiera quedarse definitivamente en la ciudad y formar parte de este reino. Por otro lado, en él se encuentra una sala de reuniones donde las figuras más poderosas (políticamente hablando) toman sus decisiones sobre diferentes temas.


En el pueblo hay diversas zona con las que os recomiendo que os familiaricéis. La zona este es una zona puramente residencial.


La zona oeste es una zona comercial en la que puedes comprar productos artesanales a los pueblerino tales como armaduras, armas, ropa, alimentos...


En la zona sur se encuentra el portal por el que llegan mercaderes y aventureros, por lo que es normal que se establezcan en dicha zona por un momento para vender artículos que hayan conseguido explorando fuera de la ciudad. Normalmente traen artículos que no se pueden encontrar dentro de la ciudad ni puede cultivarse por la gente del pueblo, por lo que tienen un precio demasiado elevado y no todo el mundo puede permitírselo. Con estos objetos pueden fabricarse nuevos artilugios.


En esta misma zona se encuentra el taller para poder crear lo que hayas descubierto en el laboratorio con lo que hayas comprado a los mercaderes, o lo que hayas encontrado tú mismo.


Al norte se encuentra el palacio y en el centro todos los magníficos edificios que se nombraron al principio. Puede decirse que el castillo tiene dos partes importantes en esta historia. Uno es la inmensa biblioteca custodiada por Index. Puede que Index parezca una simple ama de llaves, pero conoce todos los secretos que guardan dichos libros y juró guardarlos bajo juramento y no permitir que nadie jamás descubriera lo que en ellos está escrito. Uno de los libros que se encuentra allí es la historia de los reinos unidos.

El otro es el jardín y parte de atrás del castillo. Es un lugar muy frecuentado por cierto personaje, pero, eh, no se lo digáis a su padre.

La tumba de mi padre. Ésta se encuentra un poco alejada de la ciudad, pero se puede llegar perfectamente con un animal volador.

Paseaba por los pasillos del palacio. Pareciera que no tenía nada que hacer más que andar de un lado para otro, sin embargo, esa era una afirmación errónea. Si los deberes que tenía como príncipe se pudieran apilar unos sobre otros, posiblemente llenaría 3 o 4 de las amplias habitaciones que hay en el edificio. Se puede decir que el estrés es algo que no me afecta. Retumbaba el eco de mis pasos allá adonde iba. El lugar era tan inmenso que no se encontraba nadie a la vista. Las sirvientas ocupadas en sus labores, mi padre en su lugar de trabajo o en el trono, ¿quién sabe? Ese hombre no hace nada más que trabajar por este reino, es posible que sea de los pocos que no conozcan lo que es la libertad. Yo no pienso tener la vida que él lleva, no quiero sentirme enjaulado, ahogado por ser la máxima figura política. Aún pensaba si era buena idea aceptar la invitación de entrada al mundo de los dioses. Realmente estaría en lo más bajo de todo por ser un híbrido entre humano y dios. ¿De qué me encargaría si fuera? Cada dios tiene una labor en ese mundo. Posiblemente me encargaría junto a mi madre de mantener y hacer prosperar la naturaleza. Al menos podría volver a ver a Idun, ¿quién me hubiera dicho que mi primer amor cuando aún era adolescente tenía más de 3000 años? Se notaba que no tenía ningún interés en mí, soy medio humano y además soy mucho más joven que ella, seguro le parecía un crío. Por una parte creo que no debería irme. Soy el único heredero al trono y mi padre con 81 años no va a durar lo suficiente como para buscarse a otro para ocupar mi lugar. Debería haber tomado una decisión hace muchos años, ahora solo debería quedarme y cumplir con mis obligaciones, aunque no me resulten agradables. De tanto caminar, me acerqué sin apenas percatarme al despacho donde se encontraba mi padre.

-¿Hijo?
-¿Sí?
-¿Qué haces con ese ropaje tan oscuro? Ponte algo claro, que nos represente. No esa barbaridad.
-Si algo aprendí en el mundo de los dioses, padre, es aceptarme a mí mismo. Todos en este reino tenemos parte de oscuridad. No debemos negar esa parte de nuestro ser.
-Te digo que te cambies, no me repliques. No quiero que vayas asustando a la gente del pueblo. No todos pueden sentir el aura de los demás.
-Vale, padre, lo que usted ordene- Dije con sarcasmo.

Algo de razón tenían sus palabras, pero seguía sin comprender por qué en este mundo unos tenían que vestir de oscuro y otros de claro. Es una norma un tanto estúpida. Seguí andando y salí del castillo. Aún con mi ropa negra, era un personaje muy conocido en el reino, no solo era un noble, no solo era el príncipe y futuro rey, era un semidios. Para alguien como yo es difícil pasar desapercibido. Me iba dirigiendo hacia el sur. A veces husmeaba lo que los mercaderes ambulantes traían de otras tierras, era interesante la cantidad de artilugios y materiales raros que vendían.

Salí de casa corriendo, cualquier excusa para dar una vuelta era una buena noticia así que cuando mi madre me mandó a hacer la compra, le di un beso y salir sin rechistar, tan rápido que se me olvidó el dinero.
- ¡ISSAAA, EL DINERO!
Di la vuelta corriendo y volví a entrar en casa. Cogí el dinero que me ofrecía mi madre y le volví a dar un beso para irme de nuevo, pero ella me retuvo por la muñeca.
-Issa, ten cuidado por favor, ya sabes que últimamente llega mucha gente al reino y tu padre y yo no queremos disgustos
Mi madre sonrió algo preocupaba, siempre me metía en líos, me acarició la cara con cariño y me soltó la muñeca.
-No te preocupes mamá, volveré para la hora de la cena
Antes de que pudiera quejarse de que viniera tan tarde salí corriendo de nuevo. Me encantaba la sensación de libertad que me daba correr por las calles, ir saludando a la gente con una sonrisa, dejar que la tranquilidad y a amabilidad del ambiente me envolvieran Pero de todas maneras, siempre prefería el bosque y sus misterios.
Fui a la zone oeste, donde compré la comida que mi madre me había encargado y ya que me había sobrado dinero, decidí ir a la zona sur a ver si encontraba alguna baratija que me interesara. Tal vez hoy tuviera más suerte y cuando volviera mi padre del trabajo tuviera algo de tiempo para mi, sonreí al pensarlo.

Voz del narrador.
Los encargados de llevar esa parte de la misión, metieron el menudo cuerpo de Jane en una bolsa de tela de equipaje y la llevaron, mediante magia negra, hasta el reino de los adversarios. El saco apareció en mitad de la plaza (de la zona oeste de la aldea) sin que nadie que paseara por allí se percatara de ello. Finalmente, un anciano lo advirtió y tras comprobar que no pertenecía a nadie de la cercanía, avisó a uno de los guardias que por allí vigilaban.

Punto de vista de Jane.
Abrí los ojos, mas no se veía nada. Todo estaba oscuro. ¿Dónde estaba? ¿Y por qué no podía moverme? Parecía como si estuviera encerrada en un habitáculo sumamente minúsculo. Hasta que oí una cremallera correr y una luz brillante me cegaba por completo. Intenté taparme para que así no me molestara, pero los gritos de pánico por parte de aquella persona que me había "liberado" me obligaron a no quedarme quieta. Poco a poco saqué los brazos y las piernas hasta que quedó medio cuerpo fuera. Automáticamente el soldado que me apuntaba con un arma, la cual no identificaba por el exceso de iluminación, me exigió que me pusiera de pie y me llevara las manos a la cabeza. Me sentía cohibida y asustada, pues todos los pueblerinos habían hecho un círculo a mi alrededor y observaban sorprendidos la escena. Lo que más me atemorizó fue escuchar los chillidos de conmoción cuando vieron el nombre que llevaba tatuado en la espalda: Alvar Cyridwen. El guardia comenzó a hacerme preguntas y yo no pude desconcertarme más. Me llevé las manos a la cabeza, cuando lo único que deseaba era cubrir mi expuesto cuerpo. Empecé a temblar y a sollozar, empero ni una sola lágrima salió de mis ojos. No sabía qué estaba pasando.


(Arreglaré los tamaños de las fotografías mañana.)

Antes de llegar a la zona sur, aún de camino, vi como la gente iba con demasiada prisa hacia la zona  oeste. Paré a una campesina que parecía sorprendida.

-Disculpeme, señora, ¿sabe cuál es la razón por la que gran multitud de personas se dirige a la zona oeste?
-Sí, su alteza, al parecer se ha colado un extraño en el Reino.
-Gracias por la información, he de ir de inmediato.  

Caminé rápidamente hacia la zona oeste. Un gran apelotonamiento de pueblerinos y de guardias rodeaban al supuesto extraño que se coló en nuestro reino. Entre tanto bullicio conseguí alzar mi voz.

-Ciudadanos, abridme el camino. Quiero ver quien osa entrar en nuestro reino de paz.

Aquellos a los que dirigí mis palabras se hicieron a un lado, inclusive los guardias se apartaron. Me acerqué a la chica en el suelo con paso firme.  Un guardia se me acercó a informar, justamente el que encontró a la chica dentro de la bolsa.

-Nadie sabe cómo llegó, su alteza, y... Además tiene su nombre escrito en el cuerpo. ¿La conoce, señor?
-No, nunca había visto a esta mujer. Me haré cargo de ella hasta que averigüemos quién es y de dónde viene.

Algo de esa chica no me gustaba. Alguien como yo podía notar el aura hasta de las personas que no vivía en un reino, podía sentir el aura de los animales, incluso el aura de las plantas, pero ella no tenía aura. ¿Por qué no tenía aura? El aura normalmente muestra no sólo los genes, sino también las intenciones, los pensamientos, entre otras cosas. Solo las cosas sin vida no tienen aura. Entonces, ¿acaso esa chica está muerta? No, imposible, yo mismo la estaba viendo con mis propios ojos, tirada en el suelo y asustada.

-Pero, su majestad, ¿no sería mejor encerrarla hasta averiguar eso? ¿Quién sabe si le viene  hacer daño a usted? Su padre no estaría de acuerdo.
-¿Y si no viene a hacer daño? ¿La vamos a encerrar injustamente sin saber cuál es la verdadera razón por la que llegó aquí? Me alegra saber que se preocupa por mí, pero de momento podré con la situación. Ha hecho un buen trabajo, yo me encargaré del resto.
-Sí, señor.

Cuando llegué a la zona oeste, vi un cículo enorme de gente, seguramente sería un artilugio fantástico  para el que no tendría dinero. La verdad es que me levé un poco de decepción al ver que de una chica se trataba, pero recobró mi interés al fijarme en su cuerpo tatuado, la verdad es que en nuestro reino había poca gente tatuada, no se consideraba algo bello, claro que eso dependía de cada uno. Me acerqué más y entonces fue cuando vi al príncipe, tal vez que se tratara de esa chica ya no era tan decepcionante. Acababa de llegar por lo que no entendía muy bien lo que pasaba así que le pregunté una muchacha de mi lado.
-¿Qué ha pasado aquí? -dije intentando parecer lo más inocente posible. Normalmente la gente se intimidaba por mi tono de voz, ya que era muy directo, así que tenía que medirme.
- Al parecer esta chica apareció metida dentro de esa bolsa de tela, no se sabe quien es ni porqué esta aquí, así que el príncipe quiere llevársela a ver si pueden averiguar algo.
Asentí. No me parecía un plan demasiado precavido, pero era el príncipe, yo no iba a ser quien para decírselo. Intenté acercarme más a ellos ya que parecía que ya se iban a ir, y yo, era una persona demasiado curiosa.

Un apuesto hombre se aproximó a mí y al guardia que supuestamente me custodiaba. Su imponente pero tranquila voz me hizo sentir pequeña, indefensa. Bajé lentamente las manos, pues me dolían los brazos, mas automáticamente el soldado me apuntó con aquella arma extraña. Sollocé y me tapé la cara aterrorizada. No quería que me hicieran daño.

-Por favor... -no pude evitar tartamudear.

Tras pronunciar en un hilo de voz aquellas palabras, miré al supuesto príncipe, pero mi mirada se desvió hasta la silueta de una muchacha cuya mirada, llena de curiosidad, me llamó la atención. Pero no dejaba de sentir temor. No aguantaba que tantas personas que no conocía me estuviesen mirando de esa forma. Me abracé a mí misma, haciéndome un ovillo en el piso, intentando autoprotegerme.

Tan rápido como pude bajé el arma al guardia y lo miré con una mirada tan fulminante que podría haberlo matado en ese mismo instante, si mi mirada matase, obviamente, pero no era el caso.

-¿Acaso te di orden de apuntar? Mejor vete a descansar, deja por hoy el trabajo a los demás.

El soldado se fue algo enrabietado, supongo que a nadie le gusta que le echen en cara los errores y más cuando no tenía malas intenciones. Aún así, no puede ir apuntando a cualquier persona que vea, tiene una labor importante como guardia que ha de cumplir. Él se encarga de proteger a los ciudadanos y preservar la paz. No de atacar sin fines justificados. Esto ha de ser informado a mi padre, no puedo dejar pasar que alguien tan importante en el reino cometa tal atrocidad. No quisiera imaginarme si la hubiera matado, todo el reino tendría su nombre manchado de sangre, posiblemente de una chica inocente. El reino caería en lo más profundo, el comercio descendería tanto en las exportaciones como en las importaciones. ¿Quién querría venir a un reino que no es seguro? Y peor aún, sobretodo para mi padre, ¿qué nos diferenciaría del reino de la oscuridad? Admito que tengo parte de oscuridad y acepto esa parte de mí, pero según tengo entendido los de ese reino son unos monstruos, están demasiado sumidos en la oscuridad. Yo no quiero eso en esta ciudad. Por un momento, seguí la mirada de la chica y vi a una joven acercándose. No le di mayor importancia y me dirigí al resto de ciudadanos.

-Por favor, vuelvan a lo que hacían y despreocúpense de lo que acaba de pasar. Esta señorita estará custodiada día y noche por mí personalmente, pueden estar tranquilos.

Me volví a girar hacia la muchacha en el suelo, me agaché y le extendí mi mano a la vez que le mostraba una cálida sonrisa para hacerla sentir más "cómoda", además, de ayudarla a levantarse del suelo.

-Disculpa, señorita, espero que no la hayan asustado demasiado. Si quiere, podemos ir al palacio lejos de miradas y le daré algo de ropa para ponerse.

Cuuando ambos me miraraon me sentí estúpida, no era tan sigilosa como yo me pensaba. De todas maneras no me tuve que acercar mucho más, desde ahí pude oír lo que le decía al príncipe a esa jóven. Una vez dentro de los jardines del palacio, ya no podría seguir curioseando, tenía que pensar algo y rápido. Para empezar los seguiría hasta el palacio, a ver si por el camino se me ocurría algo. De pequeña me colaba con mayor facilidad, ya que mi padre trabajaba para el rey, y si me pillaban por los jardines, era mi padre el que se encargaba de regañarme, era una ría que hacía cosas de críos. Pero ahora ya tenía 26 años, y no creo que se lo tomen de la misma manera.

Cuando bajó el arma del guardia con aquella rapidez, me sentí considerablemente intimidada. Mas me tranquilicé cuando me habló de forma más pausada y tranquilizadora. Sin estar del todo segura, cogí su mano y me levanté con ayuda de su impulso. Agaché la mirada y le solté para abrazarme a mí misma. Tenía frío, una consecuencia de estar completamente desnuda. Cuando me habló otra vez, le miré fijamente a los ojos a la vez que interiorizaba sus palabras. Lentamente alcé el brazo y señalé a la muchacha que antes había captado mi atención.

-¿Puede venir ella? -murmuré evadiéndome de nuevo.

Todo esto me parecía surrealista. ¿Por qué nada de lo que estaba viendo me resultaba familiar? ¿Por qué no recordaba mi nombre, mi procedencia o el motivo por el cual había acabado en aquella bolsa de tela? No entendía nada... En mi cabeza sólo había cabida para la confusión.

Me giré nuevamente para mirar a la chica. Me quedé pensativo.

-Creo que no podrá ser. Aún nadie aquí te conoce, ni siquiera yo. Como entenderás es mi obligación vigilarte y tener a la gente del pueblo a salvo. Hasta no estar seguro de que no eres una amenaza potencial, no es buena idea de que nadie ponga su vida en posible riesgo.

No esperaba que esa joven lo entendiera, pero como príncipe no podía permitir tales cosas. Aunque ella pudiera sentirse más a gusto con otra mujer que conmigo, es una simple chica de la ciudad. No puedo tener los ojos en 20 sitios distintos, aunque sea un semidios. No podría evitar que ella amenazara la vida de la pobre en un momento que me viera con la guardia baja, lo cual no solía ser demasiado común. Además, que diría mi padre si aparezco con dos mujeres por el palacio. Se podría pensar muchas cosas por eso, como por ejemplo que soy un irresponsable por traer a una extraña y una simple pueblerina.

Cuando la otra chica me dio una oportunidad a ir con ellos me alegré, pero el príncipe no tardó en cortarme las alas, se debía de pensar ue era una simple ciudadana de la ciudad, y que al igual que todas las chicas de mi edad, me dedicaba a coser y a formar una familia, pero la verdad es que yo no era como ellas, y no retendía serlo. Tal vez cometería el mayor error de mi vida, pero tenía que intentarlo:
- Disculpe, mi príncipe. Sé valerme por mi misma, no tengo ningún problema en acompañaros, mi padre es guardia real y me ha enseñado la lucha cuerpo a cuerpo.
Debía de parecer una niña desvalida con el vestido blanco que llevaba y mi pelo argo y liso suelto, pero no era tan inútil como él podía pensar. A parte de mi poder, que no le iba a contar ni a él ni a nadie

El supuesto príncipe negó mi petición y yo no pude evitar mirarle con sumo desagrado. Es que no recordaba ni su nombre. Fruncí ligeramente el ceño, hasta que la muchacha que había mencionado con anterioridad, se acercó a nosotros e insistió. Me alejé un par de pasos de ellos, para observar mejor lo que me rodeaba. Lo cierto es que ahora ya no me preocupaba coger frío y/o que los ciudadanos me vieran sin ropa. Teniendo en cuenta la situación en la que me encontraba, eso era lo de menos. Extendí la mano hacia el cielo y guiñé un ojo para poder enfocar mejor la nube en la que me había concentrado. Luego me volví hasta la pareja y me mordí el labio inferior, estaba muy nerviosa. Empezaba a no encontrarme bien, mi estomago estaba muy revuelto, y no tardé en vomitar. Me dolía mucho todo el cuerpo, de hecho, cuando el hombre me había cogido de la mano para levantarme, un relámpago de dolor me había subido por el brazo. Mi mirada se fue hasta ahí para observar fijamente mis tatuajes. Acaricié mi piel con suma delicadeza, la cual sentía muy irritada. Y entonces es cuando me di cuenta que la mayoría de mis tatuajes eran recientes, posiblemente me los habían hecho hacía menos de una semana. Volví a mirar al príncipe, esperando impaciente su decisión.

Me alteré un poco en aquella situación, aquella pobre mujer vomitando y la joven de mi lado insistiéndome en ir. ¿Por qué tengo yo que tomar este tipo de decisiones? Si la dejo ir estará completamente bajo mi responsabilidad, igual que esta extraña. Debería poder encargarme de las dos, pero no he hecho tanto trabajo en mi vida. Siempre he paseado con libertad, omitido mis tareas como príncipe, dando largas a reuniones importantes..., aunque eso solo lo saben los nobles y poderosos del Reino. Si la dejara ir quedaría de nuevo como el irresponsable que hace lo que le viene en gana y no afronta las decisiones difíciles. Pero... también es verdad que esa extraña simpatizó con esta muchacha y soy tan empático que me sentiría mal de decirle egoístamente que no. No sabía que hacer, mi padre era de verdad una persona dura. No es que le tuviera miedo, pero siento que no dejo de decepcionarlo una y otra vez. Sé que mi madre por el contrario estaría orgullosa de mí, estaría orgullosa de que tomara las decisiones con el corazón y no por deber. Por alguna extraña razón empecé a sentir algo de alegría nostálgica, de verdad la echaba de menos. La vida en este mundo era bastante más difícil.

-Está bien, ahora estará bajo mi responsabilidad, así que deberá cumplir mis órdenes. ¿Está de acuerdo con eso? - Pregunté a la jovencita de pie a mi lado.

Se me hacía super raro que me tratara de usted, ya que entre los adeanos no nos tratábamos así. De todas maneras asentí si rechisar, ahora que él había accedido ya no había marcha atrás. No me podá creer que fuera a cruzar los jardines y que iba a entrar en palacio.... Sacudí la cabeza, ya me empezaba a montar mis películas y eso no era bueno, tal vez ocurriera algo que al final no me lo permitiera, viendo la mala suerte que tenía. Como andaba algo disraida, o fue hasta un poco después que me di cuenta que la chica había potado. Rebusqué en la cartera que llevaba siempre a mi hombro y saqué unas hojas suaves tendiéndoselas a la chica.
- Toma, masca estas hojas, te harán sentir mejor al estómago.
Sonreí de manera encantadora. No tenía porque fiarse de mi, pero tampoco tenía porque desconfiar, después de todo, no le estaba mintiendo.

En cierta parte me alegró que finalmente hubiese aceptado a que la pueblerina me acompañara. Si era completamente sincera, tampoco me fiaba demasiado de la muchacha, pero no quería permanecer las veinticuatro horas del día junto al príncipe. Tras eso, la chica me entregó unas hojas que según ella debía mascar para que se me pasara el ardor de estómago. Mordí el interior de mi mejilla dudando de si era una buena idea cogerlo. Finalmente, lo agarré con sumo cuidado de no tocar sus dedos. Ante ningún concepto quería mantener contacto físico, aunque sabía a la perfección que eso iba a ser imposible... Básicamente porque ya esperaba que me fuesen a hacer una gran cantidad de pruebas para afinidad las dudas que no paraban de cruzar por mi cabeza. ¿Quién era? ¿De dónde venía? ¿Qué me había ocurrido para no recordar nada sobre mí? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Todo eran incertidumbres que no comprendía. Mastiqué aquello que me habían entregado y les miré a ambos, abrazándole de nuevo. ¿Ahora se suponía que íbamos a ir a Palacio? ¿Y sería interrogada? Tenía demasiado miedo... Mordí mi labio inferior para ahuyentar las lágrimas, cosa que conseguí, pues no derramé ni una.

Me fijé en la cara de esa extraña chica, se le notaba tan asustada. Sentía pena por ella, no me gustaba ver a nadie sufrir de esa manera. Me volví a agachar , pero esta vez no enfrente de ella, sino a su lado, no tan cerca como para ahuyentarla. Solo quería transmitirle tranquilidad. La miré.

-Todo irá bien, solo quiero ayudarla.

Quizás yo era una de las personas más inocentes del pueblo y la que menos malas intenciones tenía. La persona que no obligaría a nadie a nada, simplemente es algo que no puedo hacer. Todo eso va a en contra de mi propia naturaleza, solo quiero ver a la gente feliz.

-¿Quiere que vayamos ya al palacio? Allí la cuidaremos bien. No tiene que tener miedo.

No estaba seguro de hacerla sentir mejor por mi posición social, sé que eso es algo que a muchos les intimida de mí. Esa es una de las razones por las que no me gusta ser un noble. Si fuera alguien del pueblo normal quizás no me tendrían ese pequeño "miedo". Quizás también intimida que sea un semidios, pero es que no soy más poderoso que otros, solo voy a vivir muchos más años y soy inmortal mientras siga comiendo las manzanas doradas que me regala mi madre cada cumpleaños. Esas manzanas solo hacen efecto en descendientes de dioses, aunque mi padre la tomase, no sería inmortal ni se volvería joven.

La chica se tomó mis plantas así que pronto se encontraría mejor. No sé porque, pero tenía la sensación de que esto no iba a ser una aventura agradable como las que había tenído hasta ahora, esto era algo más oscuro y me daba mala espina, pero bueno, si no arriesgas no ganas. Si mi padre se enterara de que voy a ir al palacio con el mismísimo príncipe, me revolvería el pelo con una sonrisa, sin embargo....si mi madre se enterara, tal vez no volviera a ver la luz solar en mucho tiempo, no entendía como podía haber funcionado el amor entre ellos si eran como el sol y la luna, en fin, el amor es de locos. De fondo a mis pensamientos oía al príncipe hablando con la chica, esperaba ponernos en marcha pronto

Cuando el príncipe se agachó a mi altura y me susurró aquello, asentí lentamente, estando de acuerdo con ir ya a Palacio. Intentaba mantener contacto visual con él, pero me resultaba complicado. Por algún motivo me sentía intimidada bajo su mirada constante. Me levanté despacio y miré mis pies descalzos con cierto temor. Miré a su alteza a pesar de que mi petición también podía ir dirigida a la muchacha que iba a acompañarnos.

-Me duele... -me temblaba tanto la voz que me costaba incluso hablar-. Me duele mucho... -señalé mi piel, incapaz de tocarla de lo mucho que me escocía.

Tal vez ellos no se habían dado cuenta de algo de lo que yo sí me había percatado: los tatuajes eran demasiado recientes. Una mujer se chocó sin querer conmigo y no pude evitar mostrar una mueca de dolor. Me abracé a mí misma y me mordí el labio inferior con espanto. Quería acostarme a dormir y despertar por fin de esta pesadilla.

Me fijé un poco más y se le notaba la piel algo irritada. En momentos así me sentía realmente inútil, no conocía nada de medicina o remedios naturales. Solo sabía de lucha, exploración de parajes e incluso producción de objetos con materiales comprados o encontrados a las afueras. Mi propia ropa la había hecho yo mismo con piel de bestias que maté. Era un manitas para muchísimas cosas, pero curiosamente, aunque sea hijo de la diosa de la naturaleza, apenas conocía el beneficio de las plantas medicinales. Yo soy una persona de aprendizaje rápido, pero aún no me había molestado en aprender tales habilidades. No sé por qué hasta ahora no se me había ocurrido o por qué no me había llamado la atención. Miré a la chica de las plantas. Sí, ya la había apodado.

-¿Tienes algo que calme su piel?

Quería llegar de una vez al palacio, darle algo de ropa a esa mujer y llevarme los sermones repetitivos de mi padre por ser un "mal" hijo y un príncipe irresponsable. Quería que todo pasase rápido, quería que esa mujer se tranquilizase y quería volver a mi vida tranquila y despreocupada... Definitivamente no, no valgo para esto.

Mire al príncipe, el cual se dirigía a mi por primera vez.
- Emmm, sí, tengo, pero... -miré a la chica y sus tatuajes- es Aloe vera, lo que significa que tal vez si se lo aplico encima de los tatuajes recientes, le expulse algo de tinta -me encogí de hombros- pero no queda mas remedio -volví a buscar en mi cartera y saqué una hoja de Aloe Vera, la cual estaba fría y bien conservada, corté un cacho y se lo apliqué en los pies con cuidado ya que le iba a escocer- esto aliviará sus pies al instante, pero su piel sigue irritada y blanda, tal vez debería llevarla a cuestas hasta el palacio, príncipe -dije mirándolo mientras guardaba el resto de la planta

Cuando conseguí analizar aquello que la joven había explicado sobre la Aloe Vera, no dejé que me lo aplicara en otro sitio que no fuera en los pies. Si esa planta expulsaba la tinta de los tatuajes no podríamos analizarlos y saber por qué los tenía tatuados y por qué eran tan recientes. En un hilo de voz relaté por qué no quería que volvieran a echarme ese ungüento. Sinceramente prefería muchísimo antes que me doliera la piel a que se esfumara la única prueba que teníamos actualmente. Cuando terminé de hablar, mi mirada se clavó en un cuervo que estaba apoyado en la repisa de una de las casetas. Éste me miraba fijamente, y no sé cómo, una imagen tenebrosa vino a mi mente: yo en una especie de laboratorio, empuñando un arma de fuego; ésta era un supuesto experimento. Y, acomodado en un palo, estaba ese misma ave, que poco después voló para colocarse en uno de mis hombros. En ese supuesto recuerdo vestía completamente de negro, y en éste no tenía ni la mitad de los tatuajes que poblaban mi cuerpo.
Cuando volví a la realidad, me percaté que había parado de andar y me había quedado observando el sitio donde, supuestamente, había visto aquel pájaro. Tragué saliva, notando como comenzaba a temblar involuntariamente.

Cerré los ojos por un momento e inspiré profundamente. Era imposible que hace menos de 3 minutos que estaba a cargo de esas dos doncellas y ya me sentía algo agobiado. No podía tener tan poca paciencia, o eso creía. Hoy tenía tantas ganas de salir del reino y explorar... Se me fastidiaron todos los planes y lo único que puedo hacer es quejarme hacia mis adentros. Miré a la joven listilla.

-¿No cree que si tanto le duele la piel, ni siquiera yo debería tocarla? Además, ¿hasta qué punto se sentiría cómoda si la llevara en brazos tal y como está, desnuda, al palacio?

Puse mi mano como apoyándola en el aire a mi lado y empezó a brillar esa zona. En cuestión de 1 segundo, apareció un caballo de pelaje blanco debajo de mi mano, estando ésta sobre su lomo. Miré ahora a la otra muchacha.

-Si no puede andar, le presto mi corcel.

Entorné los ojos, no me acordaba de los trucos de mágia del príncipe. La verdad es que no había analizado bien la idea de que llevara en brazos a una mujer desnuda a palacio, casi me pongo a reír al imaginármelo, pero por suerte solo apareció una sonrisa torcida en mi cara. Mire a la chica, la cual estaba mirando como una tonta un espacio vacío, me daba lástima, a saber por lo que tenía que haber sufrido antes de llegar aquí.... Y esas tatuajes que tenía.... Mi padre también tenía uno, pero era un secreto ya que la guardia real debería tener la piel limpia de tinta, gilipolleces, y me acuerdo que tenía que tratárelo con una crema especial. Miré al príncipe.
- Tiene la piel muy irritada por los tatuajes, deberíamos buscarle una crema especial para curárselos -porque si no tal vez le saliera dermatitis y ni siquiera podría ponerse una simple camiseta.

Les hice caso omiso durante el tiempo que tuvieron aquella corta discusión. Sin contestar a la oferta del príncipe, me dirigí al corcel, montándome directamente con suma facilidad sobre su lomo. Por algún motivo, tenía el presentimiento de que no era la primera vez que lo hacía. Éste comenzó la marcha y la pareja nos siguió al animal que me llevaba y a mí. En nada estuvimos en Palacio, y pasada la entrada en los jardines, los guardias me hicieron bajar del caballo. Miré al príncipe pues supuestamente era él quién debía guiarnos ahora. Intenté no prestar atención cuando toda la gente que merodeaba por la zona se me quedaban observando como si fuera una intrusa en el Reino... Aunque tal vez no tenía derecho a quejarme por su mirar, pues era cierto que yo no pertenecía a estas tierras, o eso creía. Me crucé de brazos y me armé de paciencia para esperar.