Ciudad Central - Crisalis

El caballo desapareció de la misma forma que había aparecido antes. El gran edificio que teníamos delante no era más que el sitio al que llamaba hogar. El sitio donde los nobles e incluso la gente con poder político podía venir y pasearse como si se tratase del patio del recreo, algo que me molestaba bastante. Ellos tienen sus propias mansiones o pequeños palacios, no tienen que venir a hacerle la pelota al rey para llevarse "beneficios". Los guardias, no mentira, todo el mundo allí ya estaba al tanto de que había decidido hacerme cargo de la intrusa del reino. Sí, las noticias vuelan. Por eso mismo, los guardias no estaban sorprendidos, ellos ya sabían que traía compañía.

-Sed bienvenidas.- No lo dije con demasiada alegría.

Caminé por delante de ellas para que me siguieran y no se perdieran entre tantos sitios. Tras pasar la puerta del palacio, encontramos una gran entrada redonda de colores dorados y blancos entre las paredes y las baldosas del suelo. Era un lugar que parecía tener la palabra riqueza por todos lados, algo que solo un noble podría permitirse tener. Sin embargo, nunca me gustó nada de eso. Siempre tuve más aprecio a las vidas humildes en las que has de trabajar para ganarte el pan. Eso es lo que de verdad me gustaba. De verdad quería ser solo uno más. La vida de un noble es muy solitaria, la gente solo se te acerca por interés y casi no puedes confiar en nadie. De pronto llegó una de las sirvientas. La más joven de ella, una medio elfa que vivía a las afueras del reino. Tenía el cabello pelirrojo y su aura era neutro, ni oscuro ni claro, pero sus sentimientos de superación la hacían especial. Era tímida, ya me había fijado en ella y sabía que la intimidaba mucho, casi me tenía miedo, por eso evitaba hablarme y huía de las zonas que frecuento.

-Príncipe...
-Dime, Brigitte.- Disimulé una sonrisa para intentar no intimidarla demasiado, pero al parecer no funcionó, miró hacia otro lado para decirme lo que tenía que decir. Me costaba entender esa chica. Sé que no había pasado ni un año en el reino, pero aún le costaba familiarizarse con todo esto. Posiblemente vino sola de tan lejos y solo intentaba dar lo mejor de sí, aun sin haber pedido ayuda a nadie.
-Su padre me mandó a llamarlo.
-Sí, claro, gracias por avisarme. Ahora iré.

Me giré a las chicas.

-Disculpadme por el imprevisto, esperadme aquí un momento. Mi padre está aquí cerca...

De repente apareció mi padre tras una puerta que llevaba al patio donde solía ir a tomar su té. Se dirigía hacia aquí, hacia donde estábamos.

-Así que es verdad, mi hijo se ha traído a dos chicas al palacio. Una parte de mi esperaba que fuera mentira.

-Pero padre... - Intenté explicárselo.

-¡Cállate! Nunca te comportas como el futuro rey. Eres un irresponsable, nunca me haces caso. Esta mañana te dije que no salieras con esa barbaridad y aún así lo hiciste. ¿Y ahora te quieres hacer cargo de la intrusa? ¿Y quién es esa otra chica? ¿Por qué están aquí, en mi palacio, en mi querido hogar? Esas dos jóvenes no deberían estar aquí. La entrada está restringida, ¿recuerdas?

-Sí, padre.- Agaché la cabeza y me di por vencido. No importaba lo que hiciera o lo que opinase, siempre sería el mal hijo y el mal príncipe del reino. No importaba si me preocupaba por las personas o tenía un buen corazón, aquí todos son normas y leyes que hay que cumplir.

-Felicidades, una vez más me has decepcionado.

Mi padre se dio la vuelta y volvió al patio. Hubiera preferido que ninguna de ellas hubiera visto una escena tan humillante para mí. No era el hijo perfecto ni nunca podría serlo, solo quería que me valorasen por cómo soy y no por hacer mis labores como buen noble. Mi padre no podía verme como un hijo, él me conoció cuando yo ya tenía 18 años. Nunca pasó los primeros años de mi vida conmigo ni pudo educarme a su gusto. Él siempre me trató como el heredero al trono, alguien que debía cumplir con sus responsabilidades en vez de estar divirtiéndose como un joven alocado. Aún sin darme la vuelta dije:

-Lo siento... Sé que no es algo que os hubiera gustado ver. Imaginaba que pasaría, pero...

Repentinamente se escucha el sonido de una taza de porcelana al caer y romperse en pedazos viniendo del patio. Por un segundo me quedé paralizado, tenía un muy mal presentimiento, pero luego corrí tan rápido como pude hacia el patio. Tras cruzar la puerta me detuve en seco. Sentí como si me ahogase, como si alguien cogiera mi corazón y lo apretase tan fuerte que parecía que estallaría en cualquier momento. No pude contener mis lágrimas al ver a mi padre tirado en el suelo. Me acerqué a su cuerpo lentamente y lo primero que hice fue tomar su pulso. Quizás solo se había desmayado por la presión... No, sabía perfectamente que mis malos presentimientos nunca se equivocaban, por eso mismo estaba llorando. Sabía que no despertaría nunca más. Agarraba su cuerpo que comenzaba a perder el calor. Oculté mi cara en su hombro. En 18 años a su lado nunca recibí una muestra de afecto suya, nunca le había abrazado ni le había dicho que lo quería. Nunca pude decirle que me arrepentía de decepcionarlo tanto y nunca entendió mi forma de ser. Ahora me arrepiento de todo lo que viví con él, quizás fue culpa mía. Di por hecho que al ser su hijo mostraría interés en mí y no es verdad,  debería haber sido yo quien mostrara interés por él. Quizás yo lo podría haber entendido mejor a él. Siempre lo vi un poco como el malo, pero yo nunca me molesté en conocerle. Ahora no sé quién es realmente el que no hizo lo mejor que pudo por el otro, pero ahora es demasiado tarde, ya nada cambiará ni nada podrá solucionarse. Miré el charco de té que quedó al romperse la taza. Mi padre sería viejo, pero si algo tenía era una gran salud. Alguien tan fuerte como él no podría morir tan de repente, algo debía de tener esa bebida...

Cuando el príncipe echó a correr, yo fui detrás de él, solo que yo no era ni la mitad de rápida, y eso que no me consideraba lenta. Cuando llegué y vi el panorama...se me cayó el alma a los pies. Nunca fui una gran amante de la nobleza ni mucho menos, nunca me interesó el rey ni el príncipe ni nadie, simplemente estaban ahí y ya está, siempre había soñado con huir al bosque y vivir en un lugar donde solo gobernaba la naturaleza.... Pero, ver al rey al lado de su hijo llorando como un niño, después de lo que acababa de pasar, me rompió el corazón. Sabía que muy posiblemente ya no se podía hacer nada, a pesar de que acababa de pasar hacía unos segundos, pero hice que el príncipe se apartada del cuerpo de su padre e intenté hacerla la reanimación cardiorespiratoria pero paré cuando me fijé en que tenía la piel en un tono morado y puntos de sangre bajo los párpados
- Lo han envenenado.... -susurré con un hilo de voz, me tapé la boca y abrí mucho los ojos. Me levanté del suelo y analicé la jarrá donde estaba el té que había ingerido el rey, dejé caer un poco sobre la blanca mesa y saqué una lupa de mi cartera-....no estoy segura, pero creo que el té contiene digitalia, una planta que provoca infartos si no se controla bien la cantidad.....

Miré sorprendido a mi padre moverse entre mis brazos, aún estando pálido y teniendo la piel fría. Una parte de mí sentía esperanza de que pudiera recuperarse, la otra sabía que todo esto olía demasiado mal. No podría simplemente revivir de la nada. Si fuera tan fácil podría haber aprendido esa magia yo o cualquier persona podría hacerlo. Sabía que un poder tan grande siempre tiene un defecto igual de grande. No todo es así de fácil y de bonito.

-¿Mejorará?- Pregunté preocupado, mostrando un rostro vacío de sentimientos, aunque algo nostálgico.

No, algo no iba bien con eso, el aura de mi padre ya no era luminoso, iba oscureciéndose poco a poco desde que revivió. No tardo demasiado en hacer presencia mi madre en aquel lugar, apareciendo al igual que había hecho mi caballo. Ella tenía el poder de teletransportarse entre mundos, algo que aún yo no había podido hacer. Tampoco necesitaba ese poder, aunque sí que sería más útil que llegar al portal del espacio donde se conectan los mundos. Mi madre nos miró con el corazón en un puño. Ella era un libro abierto, su cara expresaba mucho sus sentimientos.

-Mi amor...

Se nos acercó y se puso a mi lado. Acarició mi pelo y me abrazo fuerte.

-Madre...
-Gorm, cariño, yo...- Mi madre me miro preocupada, se la veía realmente mal. -Tengo una mala noticia para los dos. Quien hizo el hechizo para revivirte no tuvo en cuenta un efecto secundario. Tu corazón no volverá a latir. Tu alma está encerrada en este cuerpo hasta que un alma más poderosa que la tuya se apropie de tu cuerpo.

La miré con los ojos bastante abiertos. No podía creerme lo que decía. ¿Eso significaba que mi padre no mejoraría? Es más, su cuerpo podría ser tomado por cualquier espíritu en estas condiciones. Ahora entiendo por qué su aura tornaba a oscura. No quería creerlo, no era posible que aquello estuviera pasando.

-¿Qué podemos hacer para que eso no le ocurra? -Pregunté rápidamente a mi madre. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ayudarlo, lo último que quería es que mi padre acabase de la peor forma posible.

En ese preciso instante, mi madre sacó una daga de una bolsa que traía.

-Cariño, yo... entiendo que no quieras hacerlo, pero solo tú tienes la suficiente luminosidad en tu aura como para contrarrestar todo el mal y la oscuridad que se está apoderando de tu padre. Esta es una daga sagrada.
-¿Qué quieres decir con esto? ¿Qué es lo que se supone que tenga que hacer? - Estaba muy alterado, ya me temía lo peor.

Por los ojos de mi madre comenzaron a salir lágrimas, ella siempre amó muchísimo a mi padre y seguro vino tan rápido como pudo según se enteró de su muerte. Su voz se hizo más aguda y tenue, como si no pudiera hablar, como si se ahogase con sus propias lágrimas.

-Lo siento, mi precioso hijo, no quería pedírtelo sé lo duro que es para ti. Para mí también es muy duro pedírtelo, amo tanto a tu padre. Sé que está muerto aquí a nuestro lado, pero parece vivo. Es lo mejor para él.

Me sentí muy mal por dentro. Limpié las lágrimas de mi madre y besé su mejilla mientras la rodeaba con mis fuertes brazos.

-Tranquila, mamá, haré lo que sea, dime qué tengo que hacer.
-Tienes...- Tomó fuerzas en una inspiración para poder hablar -...que atravesar su corazón para que salga toda la oscuridad que hay en él.- Miró a mi padre con la cara inflada y húmeda de llorar. -Gorm, te amo muchísimo. Siento no haber podido pasar más tiempo contigo.
-Y yo a ti, Nerta, eres mi hermosa esposa. No te preocupes por eso, tú no pertenecías a este mundo. Entiendo que no quisieras vivir aquí.- Levantó sus brazos para que mi madre lo abrazara y ella le correspondió.

-Padre, ¿sabes quién pudo haberte envenenado?
-Lo siento, no lo sé. Hijo... Siento no haberte valorado, pero sé que serás un buen rey. Consigue el trono, aunque muchos quieran quitártelo, tú eres el hijo del rey. Eres mi querido hijo y te quiero.

Esas palabras me hicieron llorar como nunca nada lo había hecho antes.

-Yo también te quiero, padre. Juro encontrar al culpable de tu muerte y conseguiré de que te sientas orgulloso cuando sea el rey.
-Sé que lo harás.- Me mostró una sonrisa cálida y tomó mi mano. -Es hora de decirnos adiós.

Agarré con fuerza la daga. No quería hacerlo. Sabía que era lo mejor, pero veía a mi padre ahí, al lado mío mirándome. Era tan difícil. Nunca imaginé verme haciendo esto, nunca quise "matar" a alguien que quería, aunque él realmente ya estaba muerto. Sentí la mano de mi madre sobre mi hombro. Creo que una parte de mí nunca me perdonaría por hacer esto, pero si no lo hacía sería peor para todos. Tenía que hacerlo. Apoyé la daga sobre su pecho, justo donde está el corazón. Pude ver como él cerraba los ojos, seguramente se percató de que su mirada me hacía sentir muy presionado. De nuevo las lágrimas brotaron de mis ojos y en ese momento apreté muy fuerte la daga contra su pecho, atravesando su corazón. Ahora sí que había caído rendido, agachaba mi cabeza hasta el punto de ocultar mi rostro con mi pelo y llorar como un niño. Mi madre se puso en pie a mi lado y con unas especies de hiedras tomó el cuerpo de mi padre.

-Yo enterraré a tu padre, cariño, no te dejaré todo el trabajo sucio a ti.

Se agachó para tomar mi mano y levantarme del suelo. Me abrazó y limpió mis lágrimas, aunque ella también lloraba.

-Te lo agradecemos mucho, hijo. Gracias por hacer algo tan difícil. Haré una tumba que demuestre nuestro amor al lado de la ciudad. Siempre podrás ir a verlo.

También la abracé.

-Te quiero, mamá, cuídate mucho
-Tu también cielo, adiós.

De la misma forma que vino, se fue. Aunque yo no lo podía ver, ya que estaba en el palacio, se escuchó como una porción de tierra se desprendía del suelo.

[Sitio nuevo añadido a la ciudad]

Cuando aquella chica resucitó al rey.... mis ojos se volvieron como platos, no entendía como lo había hecho, iba en contra de todas las leyes de la naturaleza. Sentí curiosidad, como siempre, pero también miedo, uno muy intenso, aquí iba a ocurrir algo malo, y yo prefería no formar parte de eso. Me alejé un poco de la chica y sacudí la cabeza un poco aturdida, ella controlaba la magia negra, también tenía un pode, como yo, pero....mi poder era totalmente inofensivo, el suyo no.... y todos esos tatuajes, lo de su memoria, esto no era buen plan, me estaba arrepintiendo de haber venido a palacio.
Derepente apareció la madre del príncipe, la cual era la primera vez que veía, mis ojos no podían caber en su asombro. No me podía creer todo lo que estaba viviendo ese día, era como los libros de cuentos que mi padre me leía de pequeña, volví a pensar en mi padre, ver la relación entre el príncipe y el rey, me había hecho ver cuanto le quería, aunque era obvio que lo hacía, pero creo que nunca se lo dije. Cuando conecté de nuevo al mundo real, el príncipe, estaba clavándole una daga a su padre en el corazón, esto era de locos, ¿auras oscuras, auras luminosas? ¿de qué estaban hablando?. Para una simple campesina como yo, todo eso me superaba, no queria tener nada que ver con el asesinato del rey ni con una chiflada llena de tatuajes, así que eché a correr como alma que lleva el diablo

Me recompuse de lo sucedido. Sé que era difícil de asumir y había pasado todo muy rápido, pero no había vuelta atrás. Ahora solo tenía que centrarme en lo que tenía que hacer y lo primero era ocuparme de la señorita desnuda. La que salió corriendo difícilmente podría encontrarla en poco tiempo, ya que el palacio es enorme y no sé si sigue en él o si definitivamente se fue. Entendía perfectamente por qué se había ido, era algo demasiado... fuerte, digamos, incluso para mí. Me giré y miré ya con cara normal (sin ojos rojos y sin estar húmeda de llorar) a la chica extraña. No sabía lo que le había hecho a mi padre. Por una parte agradecía el gesto de ayudarme, aunque hubiese usado una magia tan desconocida para mí. No podía enfadarme con ella porque todo hubiera salido de esa manera, seguro ni siquiera ella lo sabía. Suspiré para intentar deshacerme de miles de pensamientos que colisionaban unos contra otros en mi mente.

-Subamos a mis aposentos, le dejaré ropa de doncella, si le parece bien

Estaba siendo un día normal, tranquilo. Pero de repente se montó un escándalo enorme, escuchaba a la gente por la calle hablar sobre una chica extraña, tatuada; que el príncipe se la había llevado con él, junto con una chica más, una ciudadana. No tenía ni idea de quién eran las dos chicas, pero desde luego, saberlo no me ayudaría a trabajar más, así que seguí con lo mío, en la herrería, con el habitual ruido del martillo contra el hierro. Quizás más tarde cuando terminase, fuera a preguntar sobre lo ocurrido.